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Y allá van de nuevo...

miércoles, febrero 10, 2010

La partida de póker

El euro, como todas las cosas indefinidas, que no hablan ni tienen bandera ni prensa afín ni nada, es ideal para cargar culpas, como los árbitros de fútbol. Se le puede echar la culpa de la crisis y, al minuto siguiente, decir que es víctima de una conspiración. Total, no va a quejarse. A mi entender, la peseta no habría evitado el recalentamiento de la economía española ni la llegada de flujos de dinero que compensasen el déficit exterior y que financiasen un elevadísimo endeudamiento privado. Islandia es un ejemplo. Pero también los estados bálticos; los desequilibrios se pueden prolongar mucho tiempo, hasta que el mercado los corrige, a hostias, claro. Durante los peores momentos del crac, la existencia del euro ha sido una protección que ha evitado una fuga de capitales. Sin la protección de la divisa y del BCE, lo habríamos pasado peor en 2008 y 2009.

Tampoco creo que lo de estos días sea nada personal. La especulación quiere ganar dinero, y cuando el contexto es favorable, se pone a ello. Y punto. Si acaso, el puntito de euroescepticismo de la prensa británica ha hecho que todo parezca más grande. Sucede que el mercado, cuando ha dejado de ganar dinero en bolsa, materias primas, bonos de empresa, mercados emergentes etc. etc., ha visto una falla en la zona euro, y la ha explotado. La han tomado con la periferia europea, porque hay motivos para ello, porque son mercados líquidos donde se puede mover mucha pasta, y porque no hieren demasiadas susceptibilidades. Se ha comparado con los ataques al Sistema Monetario Europeo de Soros, pero no es lo mismo. De hecho, es una comparación que puede ser confusa.

En 1992 Soros quería sacar a la libra del SME, y tenía delante al Banco de Inglaterra, que no quería. Soros lanzó la apuesta y el dinero se fue detrás de el. Perdió el Banco de Inglaterra. Ahora es distinto; ahora es una partida de póker a varias bandas que empezó en noviembre-diciembre, cuando el mercado empezó a castigar a Grecia por sus maltrechas finanzas públicas. El gobierno se mostró reticente a meter la tijera en el gasto, y el mundo financiero barajaba varias opciones, asumiendo que no se dejaría caer a Grecia. De un tiempo a esta parte, hasta ayer de hecho, el Banco Central Europeo, la Comisión Europea y los principales Estados miembros han dejado claro que cada país tiene que ser responsable de sus actos. Y los mercados han aceptado gustosos el papel de poli malo, que de paso gana pasta. Los resultados de la somanta de yoyas a la vista están. En pocas semanas los gobiernos de Portugal, Grecia y España han aparecido como prudentes y abnegadas amas de casa dignas de aparecer en los manuales de la Sección Femenina. Sí, la zurra bursátil tiene algo más de eficacia que las monjiles regañinas de Almunia, Trichet o, acabáramos, van Rompuy.

Pero no hay un objetivo más allá. Sacar a Grecia de la zona euro o pensar que va a dejar de pagar sus deudas puede ser la fantasía erótica de algún Lord inglés euroescéptico o del editorialista de algún tabloide con chica en la 3, pero no es una opción en la que un inversor arriesgaría su dinero. El BCE puede ser una estricta gobernanta prusiana, pero no va impartiendo justicia por el mundo. Permite que el mercado obligue a España a cuadrar las cuentas, pero no le conviene que nadie quiebre. Ya puso en marcha la máquina de imprimir billetes en 2008 (al igual que la Fed y el Banco de Inglaterra), y con pulsar un botón puede comprar deuda española emitiendo dinero nuevo. Eso quebraría en minutos a cualquier fondo con posiciones contra el euro o la deuda griega, y como los inversores lo saben, se baten en retirada rápidamente.

Hasta ayer, Europa no pestañeó, porque quiere que exista disciplina fiscal. El euro proporciona un colchón financiero a los Estados, que se pueden permitir déficit que el mercado, en otro contexto, castigaría con unos tipos de interés extraordinariamente altos. Si, además de eso, el BCE respalda abiertamente a los países con más deuda, estaría incentivando la indisciplina. Pero tampoco el plan de ayuda a Grecia que parecen estar poniendo en marcha la Unión Europea será el final de la crisis. Si se diese carta blanca al Gobierno, no aprobaría los recortes de gasto, y volveríamos a la situación anterior. Y conviene no olvidar que los especuladores ganan también cuando todo mejor. Durante algunas semanas o meses, seguiremos en la montaña rusa.

La prueba de fuego llegará cuando el BCE tenga que decidir si la deuda griega puede ser aceptada como colateral cuando un banco pide dinero. Esto, en cristiano, quiere decir que hoy por hoy el Banco del Pireo puede comprar deuda del Tesoro heleno y pedir dinero al BCE (al 1%) utilizando estos bonos como garantía. Eso permite que el Estado griego coloque sus bonos en el mercado; es como comprar una casa para alquilarla teniendo garantizado que la letra de la hipoteca será menos de lo que cobras por alquilar. La casa podrá subir o bajar de precio, pero siempre tendrá salida en el mercado.

De forma extraordinaria, el BCE rebajó en 2008 los requisitos para el uso de estos colaterales, rebajando a BBB la calificación mínima exigida desde A-. En teoría, a finales de 2010 se vuelve al sistema anterior. La deuda griega aún cumpliría el requisito mínimo, pero una rebaja de rating (algo muy probable) haría que Grecia tuviese más problemas para vender deuda. Obligaría al BCE a elegir entre dejar a Grecia a los pies de los caballos o enviar a Irlanda, Portugal, Italia, España y al resto la señal de que Fraulein siempre nos lavará la ropa cuando nos ensuciamos. Es lo que quiere evitar a toda costa, y por eso deja a los mercados golpear con saña. Pero eso no quiere decir que esté dispuesto a sacrificar la zona euro en el altar de la estabilidad financiera.

Por eso el ataque de los mercados tiene un recorrido limitado. El presunto objetivo final (impago, ruptura del euro) es demasiado ambicioso, no existe. En el otro lado, ni Grecia ni nadie puede aguantar el órdago de los mercados ni confiar abiertamente en un respaldo incondicional de Europa. La partida de póker continuará, un tira y afloja entre los inversores y los planes de austeridad de los gobiernos, con el BCE observando desde la barrera. El dinero entrará y saldrá de la deuda griega y española según por dónde sople el viento, probablemente hasta que el BCE considere que los Estados ya han hecho suficiente. Pero si todo marcha según lo previsto, para entonces los especuladores habrán encontrado otro filón.

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domingo, febrero 07, 2010

Tormenta casi perfecta

No deja de tener su aire de justicia poética que tenga que ser la especulación financiera de altos vuelos el chivato que saque las vergüenzas de la España del ladrillo, la de la esa otra especulación. La de "doy la señal de tres pisos y los vendo antes de un año", la del alcalde corrupto que entra ovacionado en el cuartelillo, la de despedir a los currantes el viernes y contratarles el lunes para ahorrarse dos días de Seguridad Social, la del banco que crece a tasas superiores del 25% dando créditos para que alguien compre suelo rústico en un secarral.

"Aquí se está jugando". El repentino descubrimiento de que en el Rick's Café se juega es algo que los mercados financieros viven diariamente. Si la realidad es tozuda, la bolsa lo es más, puede ignorar un problema durante años y, de un día para otro, entrar en modo pánico. El dinero ha empezado esta semana a darse cuenta de que nuestra Españaza está jodida. Se ha zurrado de lo lindo a los mercados financieros patrios, cosa que, teniendo en cuenta que hay cuatro millones de parados y subiendo, nos debería importar relativamente. Pero ya saben lo sentidos que somos cuando los periódicos que escriben en inglés hablan de nosotros. Nos asusta, y pensamos, ora que España se rompe (one more time), ora que se trata de una conspiración perjeñada en la pérfida Albión, nido de especuladores.

Como dicen en mi pueblo, caga más un buey que cien golondrinos. Y este jueves se pusieron a defecar los bueyes como sólo ellos saben hacerlo. ¿Por qué el jueves? Hay siempre un factor aleatorio, irracional, en el comportamiento de los mercados, y a veces está acompañado de uno racional. La cuestión de fondo es que España tiene algunos problemillas derivados de la burbuja inmobiliaria; el problema inmediato por el que los citados bueyes aflojaron sus esfínteres es la perspectiva de deuda pública en un país de la zona euro cuyas perspectivas económicas son muy complicadas. No, España no es Grecia. Grecia sufre un déficit público estructural; el Estado gasta más de lo que gana incluso cuando la cosa va bien. E incluso más, dada la falsificacion sistemática de estadísticas desde antes de que el país entrase en el euro. En todo caso, cuando Grecia ha empezado a ir mal, tienen un déficit estructural difícil de atajar y una deuda ya sobredimensionada.

En España es distinto; hemos pasado de superávit a un brutal déficit en cosa de dos años, lo que prueba la solidez de nuestro modelo económico. El Estado ha disparado el gasto en cobertura de paro alrededor del 20% hasta unos 30.000 millones (3% del PIB) al año. La recaudación por IVA se ha desplomado un 30% hasta noviembre. En dos años, 20.000 millones menos sólo por el IVA, que nota la caída del consumo, la mayor economía sumergida en tiempos de crisis y ese 7% de cada operación inmobiliaria que se llevaba el Estado. Esta diferencia entre gastos e ingresos no es fácil que se corrija fácilmente por ninguna de las dos vías. Un recorte demasiado radical del gasto público puede ser un remedio peor que la enfermedad. Digamos que si se trata de contener la deuda, pero el PIB baja más que la deuda nominal, la deuda sobre PIB puede crecer. Al contrario, si hubiese perspectivas de crear empleo en dos o tres años la cosa sería hasta llevadera. Pero, ay, tenemos un par de problemas, derivados ellos de nuestra burbuja. El endeudamiento familiar es muy elevado, ya saben, la hipoteca. El consumo está hundido por este endeudamiento y por el miedo a quedarse sin curro antes de que acabe el año. La competitividad exterior; bueno, ahí hay opiniones. Hay gente que dice que es un desastre y gente que dice que no estamos tan mal. Supongo que, a nivel agregado, el dinero fácil del ladrillo o los tipos de interés negativos durante un lustro no han sido un gran incentivo para la productividad. En cualquier caso, se antoja complicado que el sector exterior pueda tirar por sí mismo de la economía. Y el sector público... Ah, sí, el sector público es que gastaba ya mucho más de lo que ingresaba. Vamos, que estamos como el Madrid sin Raúl, falta alguien que tire del carro y, dado que las cuentas públicas son tan estables como las hormonas de un adolescente, se antoja complicado cómo poner coto al déficit.

En el plazo más corto hay otra cuestión. La parte bestia de la crisis fue el año pasado, que es cuando el Estado empezó a tener necesidades serias de dinero. Como los tipos estaban al 1%, aprovechó para colocar deuda a corto plazo, pues el coste financiero era casi cero. Ahora la deuda colocada a 12 meses empieza a vencer, y dado que la bolsa ha mejorado, el mercado ya no se pega como hace un año por comprar deuda segura. Y, superado el miedo al crac del sistema, se fija en otras cosas. Como la situación de España. De este modo la refinanciación de la deuda es más costosa, y toca refinanciar mucho, unos 80.000 millones de leuros a corto plazo este año. No es que no se puedan colocar, es que la gente pide más pasta (más tipo de interés). Otro problema para la saca.

Luego está el tema del euro. El euro es 'culpable' de la burbuja inmobiliaria en la medida en que abarató los tipos de interés, que eran muuuy inferiores a la inflación. Y ahora el euro impide una devaluación de nuestra peseta, que fue lo que hicimos en 1993 y 1995 cuando tuvimos una crisis parecida. Igualmente, el euro ha permitido un déficit exterior del 10% del PIB, porque aunque gastásemos más de lo que ganábamos, al no existir un riesgo divisa, el dinero necesario para cubrir el balance entraba sin problemas, recalentando aún más el sistema financiero. Personalmente creo que sin euro la burbuja habría sido parecida y la crisis brutal, tipo Islandia, y que el euro sigue siendo, con sus problemas, una excelente idea. Pero en la tormenta perfecta de la semana que viene tiene mucho que ver el euro. Casi tanto como la especulación o los flancos abiertos de nuestra recia Españaza. Pero como no les quiero aburrir, y me gustaría colgar la entrada antes de que estemos en la siguiente burbuja, lo dejo para otro día.

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sábado, enero 23, 2010

Oda a la estupidez en El País

Ayer ya me indigné bastante cuando vi que el New York Times titulaba su historia sobre la propuesta de Obama para meter (un poquito) en vereda al sector bancario "With a Populist Stance, Obama Takes on Banks". No me extrañó demasiado; al fin y al cabo, la prensa anglosajona tiene la irritante costumbre de abandonar su ejemplar rigor e independencia cuando más falta hacen esas virtudes, que las tiene. Léase guerra de Irak.

Hace un poco, que he llegado a casa de mis padres y he visto El País y La Vanguardia, no daba crédito. "El giro populista de la Casa Blanca agrieta a los demócratas". El día anterior el titular fue un razonable "Obama redobla su cruzada contra los excesos de la banca". Vamos, que es lo que pensaban antes de leer la apertura de New York Times. Ya después vieron que, hombre, si los señores del Times consideran que Obama es populista y que pretende gobernar para gente bruta, que no escucha jazz ni sabe de finanzas ni de vinos ni nada, pues el periódico global en español no va a ser menos.

Miré quién lo firmaba, porque la gente de Economía de El País suele ser sensata; eran los corresponsales. Al momento me acordé de la historia escrita por Jacobo García (un tío que lleva buscándose la vida por el mundo desde que acabó la carrera) sobre el despliegue de medios en Haití, "Periodistas o niños de papá", que empezaba así:

¿Se puede llegar a un terremoto con maleta de ruedas? Sí. ¿Puede una revista que dedica su última portada a los maquillajes más sorprendentes y a las joyas que vienen para este año enviar a un periodista para la cobertura? Sí. ¿Puede llegar alguien a la zona más devastada del planeta sin agua, comida ni un teléfono en condiciones? Sí.

Lo peor es que lo de ser niños de papá es lo de menos. En fin, que un periodista puede ser un gilipollas integral pero quizá, en un ínfimo porcentaje de los casos, contar una historia. Interesante, importante, bonita o con criterio. Que aporte algo, aunque sea un poco. Pero ni eso. Ir a la rueda de prensa, copiapegar, mirar qué dicen las ediciones digitales no vaya a ser que nos coloquemos donde no toca y poco más. Una gran prueba es esa oda a la estupidez supina con la que antetitula El País.

El Giro Populista (G.P.) consiste, según nos explica el tal Antonio Caño, en que "ha recurrido a medidas de fácil respaldo popular, como la reforma para limitar las actividades de riesgo de los bancos [...] un presidente sin corbata, precipitadamente encanecido y armado de un nuevo repertorio populista, prometió que no descansará "hasta conseguir puestos de trabajo para todos". Habráse visto. Sin corbata, en Ohio, prometiendo atar en corto a los bancos y prometiendo puestos de trabajo. ¿Seguro que era Obama? ¿No será Hugo Chávez? ¿O Raúl Castro? ¿Quizá El Dioni?

Lo que propone Obama, así en dos líneas, es prohibir que los bancos comerciales, los que captan depósitos y cuentan con generosas redes de seguridad (que pagan los currelas Ohio) que impiden que quiebren se dediquen a inversiones de riesgo que puedan poner en peligro su solvencia. Menudo rojerío anda suelto por Washington, En fin. Lamentable época esta en la que nos ha tocado vivir, en la que cuando el presidente de Estados Unidos toma la decisión más importante de su mandato, cuando la política inicia un giro inevitable desde la quiebra de Lehman y que no es exagerado comparar con algunas de las normas que aprobó Roosevelt en 1933, viene un señor de El País y nos dice que es populista. Ah, y que no lleva corbata.

Como dijo Einstein, hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Y no estaba seguro de la primera de ellas.

P.D. Resulta irónico que el mismo corresponsal escribe otro artículo diciendo que "La decisión del Tribunal Supremo que permite a las empresas gastar cuanto quieran en las campañas políticas es la última prueba de que el viento vuelve a soplar favorable para la derecha en EE UU. La mayoría de los republicanos, que cuentan con un respaldo más fiel entre las grandes fortunas y los gigantes empresariales, han acogido la medida como un triunfo". Pues hombre, al lobby bancario no le ha hecho falta poner un duro para que El País llame "populismo" a la reforma financiera. Bueno, quizás sí, un par de comidas y un argumentario de transparencias.

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martes, noviembre 24, 2009

Pocero, aprende

La deslocalización va más avanzada de lo que se pensaba. El traslado de tecnología industrial a países con costes más bajos no se limita, como quizá ustedes se pensaban, a iPods, taladros-percutores o trastos de esos que regalan los periódicos o que forma parte de las ofertas del Lidl. No, los chinos han conseguido copiar y superarnos en un campo que los recios españoles creíamos tan propio como la paella o el putear a los toros de todas las formas imaginables. La construcción de pisos vacías. Seseña o Valdeluz se podrían considerar, en el mejor de los casos, bancos de pruebas, experimentos controlados. Torpes intentos de superación nacional, malsonantes odas al dios ladrillo, si nos ponemos exigentes. Aprecien por el contrario la belleza minimalista de la nueva ciudad de Ordos, en Mongolia interior. Diseñada para un millón de habitantes. En espera de llegue alguno:



He estado trasteando un poco por internet y, por lo visto, la ciudad de Ordos forma parte de un proyecto para desarrollar Mongolia Interior, "La Texas de China". Las similitudes con el estado de Chuck Norris son la existencia de recursos de carbón, su casi total despoblación, su clima desértico y la interrupción de la estepa con ciudades recién construidas. Dentro dell proyecto de Ordos ser convocó un concurso de arquitectura para diseñar 100 viviendas. Deben estar muy contentos, porque en internet hay como mogollón de entradas sobre el proyecto, y en el mapa ha un río y todo. Si tuviese habitantes ya sería la leche.

Según el vídeo, los pisitos están todos vendidos, como inversión, y como no se usan para vivir, apunta un señor con corbata, los compradorse dicen que tampoco pierden dinero. ¿Dónde he oído yo eso?

Aquí en el mapa, la ciudad de Ordos, arriba a la derecha. La otra ciudad es la antigua Ordos, a 30 km.


Ver mapa más grande

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miércoles, agosto 26, 2009

beyond normal thinking

Malas son las hemerotecas, y malo es youtube para rescatar anuncios añejos. Aquí, Kaupthing Bank, banco rescatado de la quiebra por el gobierno islandés, y entidad a la que el Reino Unido aplicó la legislación antiterrorista (WTF) para poder evitar que repatriase los depósitos de sus filiales británicas.



Ya sabrán a estas alturas que Islandia fue algo así como el piso piloto de la crisis financiera. Entre 2003 y 2007 la bolsa se disparó un 800%, la corona subía cual géiser y los bancos islandeses compraban cual constructor español. ¿Cómo fue posible? Emmmm, bueno, esto, sí, en puridad el dinero no era suyo, pero ya conocen las maravillas de las finanzas modernas. El beyond normal thinking acabó con la gente acumulando comida, y la isla sin divisas con las que importar bienes. Bueno, ahora la cosa no es para tanto. La gente hace trekking con normalidad y vuelven bien comidos.

Muy recomendado este artículo de Vanity Fair, Wall Street on the tundra. "Islandia ya no era un país. Era un hedge fund"

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miércoles, agosto 12, 2009

Hedge Funds, cine porno y Sarah Palin

Una muestra más, por si Bernie Madoff no había hecho suficiente, de la impagable valía y rigor profesional de las personas que mueven el mundo de las finanzas. Doce hedge funds han demandado a Milton Todd Ault III, ex trabajador de Prudential Securities, por haber utilizado para fines no acordados los 4,2 millones de dólares que confiaron a su empreza, Zealous Inc.

Así, lo que parecía una excelente inversión en "una comunidad global de socios de intermediación" acabó convirtiendo a los probos gestores de dinero ajeno en promotores involuntarios de cine porno. Es más, denuncian los inversores, Todd "utilizó el dinero para financiar su estilo de vida, incluyendo la construcción de un rancho para el intercambio de parejas en Catskills y otros proyectos pornográficos". Si es que no se respeta nada.

Entre estos proyectos pornográficos está Erection 2008, una de las películas porno inspiradas en Sarah Palin. La otra es Who's Nailin Palin?, o ¿Quién se la está clavando a Palin?. Con buen criterio, Todd apunta, según el New York Daily News, que los gestores de quizá no hicieron su tarea de análisis de inversiones correctamente. Quizá entrasen en el MySpace del amigo pero, en lugar de fijarse en las amistades recauchutadas pusiesen sus ojos sobre el negocio de Zealous Inc y sus filiales:

"Mr. Ault founded Zealous Holdings, Inc., a financial services holding company whose wholly owned subsidiaries included an investment banking firm, an asset management company, and an Alternative Trading System (ATS) in 2007. Zealous Holdings Company, is now Adult Entertainment Capital, Inc., an OTC traded investment and financial services company. [...] Adult Entertainment Capital is a publicly traded investment company with a focus on the financing needs of the adult industry. AEC can finance new companies, experienced companies looking to grow, companies looking for a buyout and more. We offer financial advice and opportunities for adult company owners".

Debieron pensar que entretenimiento adulto hacía referencia a la observación de obras o el gorroneo de canapés.

En todo caso, señores de:

BRISTOL INVESTMENT FUND LTD
CRANSHIRE CAPITAL LP
ENABLE GROWTH PARTNERS LP
ENABLE OPPORTUNITY PARTNERS LP
IROQUOIS MASTER FUND LTD
TRUK OPPORTUNITY FUND LLC
ALPHA CAPITAL ANSTALT
WHALEHAVEN CAPITAL FUND LTD
TRUK INTERNATIONAL FUND LP
HARBORVIEW MASTER FUND LP
PIERCE DIVERSIFIED STRATEGY

espero que disfrutasen la due diligence... Por cierto, que lo del rancho del intecambio de parejas, según Todd, era una broma.

Y de bonus, la historia de Andy Robinson sobre los bonus de la banca:

"Incluso tras el colapso del sistema bancario y financiero y la crisis más grave desde los años veinte del Gran Gatsby, los ejecutivos y banqueros multimillonarios vuelven a la carga negociando salarios de siete dígitos y justificándose por la necesidad de atraer a talento como en el fútbol o en Hollywood.

Claro, si quieren analogías futbolísticas o cinematográficas, volver a pagar millones a estos banqueros después de lo que han hecho, es como fichar a Andoni Goikoetxea por la sutileza de aquella entrada que rompió el tobillo de Maradona. O fichar a Silvestre Stallone por sus matices de expresión".

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martes, junio 30, 2009

The Quiet Coup

Ya saben cómo son las pelis americanas. El guapo es el bueno y los malos son muy malos. Y la abuelita que perdió sus ahorros ve cómo el que se los llevó se pudre en la cárcel. Un siglo y medio para Bernard Madoff. Ya tenemos al malo, y al juez sereno pero implacable. Y a la mujer despechada. Y a las víctimas. Sólo falta al padre de familia que diga "al final, el sistema funciona". Cerrado el juicio (por cierto que, a la vista de el tratamiento de El Mundo, parece que a Pedro J no sólo le pillaron en Lehman, sino también en Madoff), la Tierra puede seguir girando, se ha extirpado el cáncer. Y los gestores de inversiones que presumían de maravillosos modelos de control de riesgos y de sesudas due diligence en su selección de activos pueden seguir respirando. El malo era Madoff. Y ellos, una víctima. Como las que, consultadas por los medios, dicen estar viviendo de ayudas para comida porque Bernie se llevó la pasta. Pues hombre, si se plantea así; si todas las víctimas han sufrido tanto el tocomocho, entonces quizá, y desde un punto de vista darwiniano, Bernard Madoff sea bueno para la especie.

Mientras entrullan al vejete, Larry Summers y Tim Geithner se esfuerzan por no molestar demasiado al estabishment financiero. Éste, entre las ayudas directas al sector, las indirectas (las de AIG se destinaron casi íntegramente a cubrir contratos de derivados cuya contraparte eran bancos estadounidenses y europeos) y, sobre todo, la señal de que jamás volverá a caer nadie de los grantes, vislumbra un 2009 no demasiado malo en términos de bonus. Hasta se permiten devolver parte de las ayudas (las directas), un capote para los lobbies que van a lijar y lijar la reforma financiera de Obama hasta que no raspe. No es que me parezca mal, dentro de su evidente inmoralidad, que públicamente se de dinero para impedir un crac financiero mayor. Lo que me asombra es que no se pida nada a cambio.

Hay una incompatibilidad de fondo. La idea de que la crisis financiera es la más severa desde los años 30 y que el día después de la crisis será como el día antes no la compro. Por mucho que me saquen por la tele a víctimas de Madoff. Lo más gracioso es que, cuando alguien habla de pasar un bulldozer por encima del sistema financiero, es decir, propone cambiar de cabo a rabo la normativa, nacionalizar las entidades que no puedan valerse por sí mismas, intentar que la cosa se pueda distinguir, aun mínimamente, de un casino etc. etc, se habla de propuestas "populistas". Sin embargo, la sentencia a Madoff es "justa". Me lo expliquen.

Ahora, por favor, si de verdad les interesa lo que está pasando en el mundo, léanse The Quiet Coup, artículo publicado en The Atlantic por Simon Johnson, ex economista jefe del FMI. Aquí algún alma caritativa lo ha traducido. En serio, no se lo pierdan. De bonus, unas transparencias chulas.

Un par de extractos:

"Por ser tan profunda y abrupto, la crisis económica y financiera recuerda en un grado chocante a los momentos que en tiempos recientes vimos en mercados emergentes (y solamente en ellos). Corea del Sur (1997), Malasia (1998), Rusia y Argentina (una y otra vez). En cada uno de esos casos, los inversores internacionales, movidos por temor a que ese país o su sector financiero no podía pagar su montaña de deudas, de pronto no les concedió más crédito. Y en cada uno de esos casos, ese temor se convirtió en una profecía que causó su propio cumplimiento, ya que los bancos, al no poder renovar sus deudas, de hecho se convirtieron en incapaces de pagar. Esto es precisamente lo que empujó a Lehman Brothers a la bancarrota el día 15 de septiembre, abundando en que se secara de la noche a la mañana toda fuente de financiación para el sector financiero en EE.UU. Al igual que en las crisis de mercados emergentes, la debilidad del sector bancario rápidamente se extendió al resto de la economía, causando una grave contracción económica y tiempos duros para millones de gente."

"Sin embargo, hay una similitud mucho más preocupante: los intereses de la élite de negocios – en este caso de los EE.UU., financieros – jugaron un papel central en la creación de la crisis, haciendo apuestas cada vez mayores, con el respaldo implícito del gobierno, hasta producirse el colapso inevitable. Más alarmante aún, están usando su influencia para evitar precisamente los tipos de reforma que son necesarios – y de forma rápida – para sacar la economía de su caída en picado. El gobierno parece incapaz o indispuesto a actuar firme en contra de ellos."En un sistema político primitivo, el poder se transmite por medio de la violencia, o su amenaza: golpes militares, milicias privadas, etcétera. En un sistema menos primitivo, como es típico en el caso de los mercados emergentes, el poder se transmite a través del dinero: sobornos, comisiones ilegales y cuentas bancarias en paraísos fiscales. Aunque la acción de bufetes de presión política y las contribuciones financieras a campañas electorales sí juegan un papel destacado en el sistema político de los Estados Unidos, la corrupción a la vieja usanza – sobres repletos de billetes de $100 – tiene probablemente poca relevancia hoy en día, pese a figuras como Jack Abramoff.

En lugar de ello, la industria financiera de EE.UU. obtuvo su poder político al amasar un tipo de capital cultural: un sistema de creencias. En un pasado, tal vez, existió una creencia según la cual lo que era bueno para General Motors lo era también para el país. A lo largo de la pasada década se implantó la idea que lo que es bueno para Wall Street también lo es para el país. La industria de la banca y el mercado de valores se convirtió en uno de los principales contribuyentes a las campañas políticas, pero en el punto álgido de su influencia, no tenía por qué comprarse los favores políticos de la misma forma en que, por ejemplo, sí tendrían que hacer quizá las empresas del tabaco o los contratistas militares. En su lugar, se benefició del hecho que quienes se desenvolvían en las tripas de Washington ya estaban convencidos de que la existencia de las grandes instituciones financieras y los mercados libres de capital era esencial para la posición de los EE.UU. en el mundo."

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martes, abril 28, 2009

calentamiento global

Nada que no se sepa, pero bueno. En negro sobre blanco, al menos. "The scientific basis for the Greenhouse Effect and the potential impact of human emissions of greenhouse gases such as CO2 on climate is well established and cannot be denied", o "La base científica para el efecto invernadero y el efecto potencial de gases como el CO2 en el clima está buen sostenida y no puede ser denegada", afirmaba en 1995 -ante la pregunta de si la actividad humana afecta al clima- un documento interno de la Global Climate Coalition, un lobby creado para hacer campaña en contra del protocolo de Kyoto (firmado en 1997) y sembrar las dudas sobre el origen humano del calentamiento global.

El documento forma parte de una demanda federal en EE UU sobre el tema. La historia la pueden leer aquí. Y el documento, que merece una lectura, aquí.

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viernes, abril 03, 2009

cupones

Y, ya que estamos, un bonus: el 10% de los estadounidenses, 32 millones de personas (que se dice pronto) reciben cupones de comida.

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trickle down

Tenía que ser The Onion...

http://www.theonion.com/content/news/reaganomics_finally_trickles_down

El artículo, para los perezosos, cuenta que un trabajador obtiene finalmente 10 dólares como consecuencia del bonus millonario pagado en 1983 a un directivo de la industria armamentística, lo que demuestra la eficiencia de las políticas trickle down.

Eso de trickle down se puede traducir como permeabilidad de la riqueza, y es algo que se le ocurrió a algún cachondo durante la revolución conservadora de principios de los 80. Ya saben, el papel lo aguanta todo; la idea es que mola rebajar los impuestos a la gente hipermegaforrada porque la riqueza de éstos se transmite de arriba hacia abajo. Algo así como, "tú dame pasta que algo te caerá". Se puede aplicar a todo lo que usted quiera como los salarios obscenos a directivos de grandes empresas, inversiones en armamento o esas bellas exenciones fiscales del 100% con la que ustedes y yo pagamos íntegramente la Copa América esa de los barcos, por poner un ejemplo. Siempre que beneficie a los ricos, porque cuando beneficia a los no tan ricos es 'inflacionista' o cosas así.

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viernes, marzo 27, 2009

ladrillazo a la vista

Este gráfico representa los años de salario que cuesta comprar una casa en España (línea roja), Reino Unido (azul) y Estados Unidos (negra).

Nos vamos a divertir.

Fuentes: Banco de España, Halifax (housing prices-earnings ratio) y Housing Affordability Index.

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lunes, marzo 23, 2009

La cita

"Considero que las entidades bancarias son más peligrosas para nuestras libertades que la fuerzas militares… Si los ciudadanos americanos permiten a los bancos privados controlar la moneda, primero mediante la inflación, y después mediante la deflación, la banca y las corporaciones que proliferen alrededor [de los bancos] despojarán a los ciudadanos de toda la propiedad hasta que sus hijos se queden sin casas en un continente que conquistaron sus padres y a quienes pertenece todo lo que haya alrededor".

Thomas Jefferson
PD.- Cita cierta a medias. O sea, falsa. Según la enciclopedia británica (que es tan de los 80), "And I sincerely believe, with you, that banking establishments are more dangerous than standing armies; and that the principle of spending money to be paid by posterity, under the name of funding, is but swindling futurity on a large scale."

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domingo, enero 04, 2009

Ellos lo hacían por usted

Si alguien pensaba antes de 2007 que los mercados financieros son una cosa eficiente debería haberse planteado por qué motivo, si China está experimentando un cambio de modelo económico que en 20 años lleva un país de 1.300 millones de personas del siglo XIX al XXI, por qué motivo los maravillosamente eficientes mercados financieros estaban detrayendo ahorro (no mucho, unos 1.000 millones de dólares al día, festivos incluidos) de una economía pobre y dinámica para invertirlo en otra madura y endeudada del planeta.

Si ahora alguien lo sigue pensando, bueno, se lo puede hacer mirar o puede seguir tomando LSD con el porno de Canal 7 de fondo y música de María Jiménez, que es probablemente la actividad a la que se dedicarían, si pudiesen, los veinteañeros despedidos de Lehman Brothers mientras esperan que les echen de su apartamento en el Upper West Side.

Al final, todo se resume en una única pregunta. Se ha construido un modelo económico donde los flujos financieros (o especulativos, llámenlos como quieran) definen la asignación de recursos. En el capitalismo de Estado es el politburó el que define la asignación de recursos. En el capitalismo industrial es el porpietario de la empresa quien decide. Hoy se ha asumido con entusiasmo bajo la premisa, evidentemente falaz pero muy conveniente, de que no hay mejor forma de asignar los recursos que estos mercados, dado que condensan la información dispersa por el mundo.

Como ya sabrán, a los humanos les encanta tener respuestas simples y válidas ante cualquier dilema, de ahí la existencia de las religiones, y los economistas son también humanos. El mantra de la mano invisible (esta vez, más invisible que nunca) se convirtió en dogma de fe. Con la ventaja de que los mercados, como Dios, son además de invisibles, son inodoros e insípidos, sus caminos son inescrutables y se les supone omniscientes. Y no hablan, dan señales más o menos difusas, como las caras de Bélmez o el fuego de San Telmo, señales que posteriormente dan lugar a distintas interpretaciones.

Los mercados, de hecho, no existen. Son un montón de gente que gana bastante pasta y que vive de mover el dinero como buenamente puede para que se reproduzca más rápido que el dinero de los demás. Y de su actuación conjunta y humana resultan las intervenciones divinas de los mercados. Y es aquí donde surge la pregunta: Si los mercados son la mejor y más eficiente forma de procesar la información disponible y asignar el capital, ¿Cómo puede alguien tratar de predecir lo que van a hacer? Es como adorar a un dios omnisciente y, a la vez, jugar a adivinar sus decisiones.

La respuesta no tiene demasiado misterio. Por lo general las personas que saben cómo funcionan los mercados tienen claro que son unas carreras de caballos donde no hay que adivinar el caballo ganador, sino las apuestas de los otros apostadores. Y quienes adoran al Dios Mercado, por lo general, lo hacen por razones estrictamente políticas. Salvo excepciones como los tertulianos de Intereconomía o los paleofreaks a sueldo del telepredicador, no se mezclan las cosas. Tú dices "el mercado es soberano" o "al final pone las cosas en su sitio" y mientras colocas a un colega en una empresa privatizada, o abres una cuenta en las Islas Caimán, o te autoasignas un blindaje en tu contrato de 30 millones de euros aunque lleves 30 días en tu puesto de trabajo, o pides una exención fiscal para determinado tipo de inversiones. Y te callas la boca, que es lo que ha hecho la clase dirigente toda su puta vida.

Desde la revolución conservadora de los primeros 80, con la Thatcher y el Reagan, esto ha funcionado así. No han importado demasiado los palos que, desde entonces, se ha llevado el sistema. La Savings and Loans Crisis de los 90, el efecto tequila del 94, la crisis asiática del 97, la del LTCM del 98, el maravilloso experimento de la dolarización en Argentina, la burbuja tecnológica del Nasdaq y lo de ahora. Sí, ya lo sé, las burbujas y las crisis son parte del capitalismo. Lo que pasa es que nos han dicho que eso es bueno y eficiente, y nosotros lo hemos creído. Sin plantearnos que quizá alguna cortapisa a la bipolaridad del mercado puede venir bien. Hace un par de años los bancos daban crédito por el 120% del valor de una vivienda en hipotecas de 30 años a familias que pagaban más del 50% del salario en una letra que, obviamente, estaba compuesta en más del 85% de intereses. Ahora los bancos no descuentan el papel comercial.

Bueno, eso es el mercado tal y como estaba planteado hasta el momento. ¿Lo queremos o no lo queremos? ¿Creeremos al tertuliano que eche la culpa al Estado? ¿Seguiremos pensando que las regulaciones que imponen más transparencia son malas?. Es lo que tiene la religión, que nadie tiene cojones a llevarle la contraria a Dios. Y si las cosas vienen jodidas, siempre habrá alguien a quien echarle la culpa, y quedará el argumento definitivo de "Dios nos está poniendo a prueba". El Circo del Sol está observando las piruetas dialécticas de aquellos a los que se les llena la boca con la palabra 'liberal'. Los que tenían el libro de Alan Greenspan en la mesilla y ahora le consideran el responsable de todos los males, y ven en el uso de monedas de oro la solución a todos los problemas.

Obama ha echado la culpa de la crisis a la codicia, y en un muy católico acto de contrición todo el mundo parece estar de acuerdo. Pero la codicia era, antes de que todo esto petase, lo que nos iba a llevar a un mundo mejor. Dios lo sabe todo, es omnisciente, y hemos procurado no molestarle demasiado en su tarea de mostrarnos la luz. Pero mientras tanto hemos tratado de ganar pasta, porque, creíamos, nos habían dicho que era bueno. Que maximizar el beneficio en el más breve plazo posible era la mejor forma de construir un mundo mejor para nuestros hijos. Y nos dedicamos a ello con todas nuestras fuerzas. Madoff se dedicó a ello con todas sus fuerzas. Como lo hicieron los banqueros de inversión, gestores de fondos, responsables de firmas de rating, abogados y demás individuos que cobraron estupendos bonus en marzo. ¿Es pecado retorcer la ley o asumir riesgos suicidas en los mercados de valores? En absoluto. Es lícito, aconsejable e, incluso, bueno para los demás. O, al menos, eso es lo que se oía hasta hace no mucho. Ellos lo hacían por usted, ignorante desagradecido.

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lunes, diciembre 29, 2008

Los ricos, esos desvergonzados

Por Gregorio Morán

No nos reímos ni nada de los albaneses! Europa entera, empezando por los grandes mercados financieros, se descojonaban de risa. Albania, un país que salía del más cafre de los comunismos, tras tropecientos años de dictadura ominosa y absurda hasta el delirio, había descubierto el intríngulis del capitalismo; se podía vivir sin trabajar, apenas uno invirtiera en bolsa. Una bolsa a la albanesa, por supuesto. Usted colocaba sus dineros en el chiringuito de un fulano listo, al que conocía todo el pueblo, y recibía intereses suculentos. Al principio, cada año. Luego cada seis meses, y al final, cada trimestre. Bastaba trabajar un año y luego poner el dinero ahorrado a florecer.

Fueron los tiempos de las famosas pirámides albanesas, que no eran una obra arquitectónica pero tenían más secretos que las de los faraones. Todo el país, desde el más pringado de los oficinistas hasta ministros y primeros ministros, todos, descubrieron que el capitalismo tenía un truco y que ellos, por ser albaneses descendientes del gran Skanderberg, lo habían pillado apenas descuajeringado el socialismo borreguil de Enver Hoxa. Vivieron y disfrutaron del capitalismo salvaje durante siete años, de 1990 a 1997. Fue, digámoslo todo, un periodo de gozo blanqueador de dinero negro; se compraron armas para Kosovo a precios del mercado del oro, y así se pudieron armar todos, y la droga y la prostitución. Fue de fábula y aún están esperando que alguien lo cuente por lo menudo. Albania, el culo de Europa, demostró en un quítame-esa-estatua que ser capitalista era un privilegio sólo concedido a los pueblos avispados. ¡No nos reímos ni nada de los albaneses cuando se descubrió la estafa piramidal!

¡Pero, hombre, Bernard L. Madoff, el rey del Palm Beach Country Club, el judío pródigo, modelo de generaciones de sionistas -la Universidad Yeshiva-, el caballero amable jactancioso de su señora, la única, hoy lamentablemente retenida, y con dos hijos prodigiosos, Marc y Andrew, y sobrinas y nietas, en fin, el mago de las finanzas del siglo XXI, el que marcaba el camino, el mesías financiero de la nueva era, el Midas de los Midas! No sólo detectaba dónde estaba el dinero, sino que te lo sacaba y luego lo multiplicaba. Los rústicos albaneses duraron con su invento apenas siete años, pero Madoff alcanzó cuarenta. Y como le podrá explicar cualquier alumno de primero de económicas, lo suyo no era la vulgar pirámide, que al fin y al cabo exige muchos cómplices para el delito, sino el esquema Ponzi, en el que basta con uno que esté en el secreto.

Confieso mi embeleso ante el fenómeno de Bernard L. Madoff. Bastaría decir que aún hoy me quedo perplejo ante el más grande estafador que ha conocido la historia. Me refiero a estafas económicas, porque en las políticas las ha habido mayores. Y reflexionemos un momento sobre la unción con la que se le trata, una prueba inequívoca del respeto al dinero. Porque a diferencia del criminal político, y no digamos del criminal a secas, del asesino múltiple, el delincuente económico de altura ejerce una atracción diabólica. Ocurre con ellos como con las damas hermosas entradas en años: quien tuvo retuvo. Sin esa complicidad no sería posible entender por qué un atracador, un ladrón, lo que en definitiva es Madoff, fuera detenido de un modo que ni a usted ni a mí, por mucha gracia y mucha suerte que tengamos, jamás nos otorgarían. Si usted hubiera robado un banco, sin desgracias personales, como se dice ahora, le detendría un grupo policial que le llevaría a trompicones hasta la comisaría. Eso, si tiene la suerte de que no le toque algún chico airado de los Mossos d'Esquadra, que le puede forrar a hostias y encima los plumillas tertulianos le dirán que bien merecido se lo tiene, por emigrante.
¡Cómo no me va a fascinar Madoff si ahí está el mejor guión de Hollywood de los últimos años! Imagínense que el policía que le fue a detener, inspector Theodore Caciopi, después de llamar a la puerta -detalle importante, tratándose de un delincuente de máxima categoría; lo normal hubiera sido derribarla de una patada o con el pequeño explosivo al uso; a usted y a mí nos lo harían, por mucho menos, sin necesidad de ser reincidentes con cuarenta años de ejercicio-, y una vez expedita la entrada y enfrentado el policía Caciopi al criminal veterano, le espeta esta pregunta antológica: '¿Hay alguna explicación inocente?'. Se fijan bien, retienen el momento histórico. La justicia de los Estados Unidos, enfrentada al más grande de los delincuentes económicos de su larga historia delictiva, le echa una mano comprensiva, que ni los grandes del género, Simenon, Agatha Christie, no digamos ya el inmenso Dashiell Hammett, o el sublime Raymond Chandler, hubieran imaginado nunca. ¿Una explicación inocente? No hay guionista, lo reconozco, capaz de tal genialidad discursiva.

Y entonces, Madoff, en caballero impecable, que no dudo que lo sea, ¿por qué no iba a serlo? Nadie que no fuera un caballero podría engañar durante cuarenta años a todos los caballeros que estafó. Y entonces, Madoff respondió: 'No hay ninguna explicación inocente'. Magistral. Sería el momento para hacer una pausa para la publicidad y las agencias pagarían millones por esa cuña. Bien, prosigamos. Le llevan ante el juez, y ¿qué creen que hizo ese jurista impertérrito? Pues le obligó a permanecer en casa por las noches, y de día, ponerse una tobillera de alarma electrónica. Qué detalle emotivo. ¡Una tobillera! El día que por un desliz -tengo muchos- me detengan los Mossos d'Esquadra yo me pido una tobillera y luego que no me vengan con hostias. Una tobillera de alarma para delincuentes, como Madoff.

La emoción del relato me está limitando la descripción del contexto. Me estoy enrollando, ya lo sé. Ahora me queda poco espacio para explicarles los pequeños intríngulis de la gran estafa. De cómo la nieta Shana Madoff se casó con el agente de la SEC -controlador de valores- Eric Swanson, el mismo que llevó las investigaciones sobre el abuelo estafador desde 1999. Y el detalle del malvado cómplice Frank Dipascali, el mejor bufete financiero, el otro Midas de Madoff que colocó al hijo de Michael Mukasey, equivalente a nuestro ministro de Justicia, como pasante con mucho futuro. Y uno entonces se pregunta ingenuamente si la gran estafa no era como las obras de teatro de Lillian Hellman, con pocos personajes y caracteres muy intensos, pero ahítos de mierda.

Y ahora todo es humo, o lo que es lo mismo, es papel. Hasta tal punto es papel, que la gran ofensiva de los financieros del mundo se concentra en la prensa y los medios de comunicación. No lo estamos haciendo bien, según ellos, porque alarmamos al personal, y debemos ser responsables y achicar el agua. Quizá tengan razón en el aspecto más obvio y hasta más cruel, porque nacimos para informar a la sociedad y vamos abocados a la perentoria tarea de bomberos ilustrados. Porque esta crisis, que algunos con sentido del humor llaman de confianza, no es otra cosa que poner las cosas en su sitio. Y Madoff ha hecho una aportación fundamental a nuestra civilización, por varias razones. La primera, que el sistema es una estafa. La segunda, que la legalidad sólo se aplica a los que la asumen. Y la tercera, que nuestra candidez sólo es equiparable a nuestra ignorancia.

¿Saben ustedes cuándo los tigres de las finanzas empezaron a detectar que Bernard L. Madoff tenía problemas y había llegado el momento de escapar y salvarse de la quema? Cuando compulsaron las donaciones de la familia Madoff en el 2007 y descubrieron que sólo había aportado para obras benéficas 95.000 dólares. Muy mala señal. Todos recordaban, porque él se lo hizo saber al mundo entero, que al enterarse de que a su sobrino le diagnosticaron leucemia, entregó seis millones de dólares a la investigación sobre el cáncer. Y aquí hemos de quedarnos. Aparquemos para otra ocasión la experiencia española. Eso sí, acepten un consejo para los tiempos que corren: nunca se fíen de la gente con excelente reputación; sólo fíjense en quién se la concede.

Esta crisis, que algunos con sentido del humor llaman de confianza, no es más que poner las cosas en su sitio

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martes, noviembre 11, 2008

¿Gotelet o estuco?


Valdeluz es un nombre bonito. El Valle de la Luz. Un bello y evocador trasunto de nuestra querida España del ladrillo, ésa en la que el dinero salía a borbotones de las hormigoneras. Una recalificación. Una ciudad para 30.000 personas, 382 habitantes censados. Alquileres a 700 euros y carteles de “Se Vende”. Bastante gente ha hecho una excursión a Valdeluz últimamente, para ver qué hay ahí y después escribirlo, como el corresponsal de Le Monde, que se marcó un reportaje la semana pasada. Un francés en Valdeluz. No suena mal. Yo opto por la crónica indirecta por puro patriotismo; nada hay más español que escribir de oídas.

Entre los afrancesados visitantes de Valdeluz está el tío Rinzewind. Bonita crónica de edificios a medio hacer, calles fantasma y cafeterías virtuales. Un mundo perfecto apenas empañado por la ausencia de personas. ¿A quién le importa? El factor humano había sido convenientemente obviado en el perfeccionamiento de la economía del ladrillo. Da igual que no viva nadie ni vaya a vivir, la cuestión es que el piso suba. De hecho, el menor de los problemas de Valdeluz es que no vive nadie; el problema de Valdeluz es que los precios han dejado de subir.

No es que queramos hacer una moraleja barata a toro pasado ni un Yoyalodije, simplemente nos llama la atención el paisaje después de la batalla, nos gusta la imagen de las osamentas de hormigón como vestigio de una época bastante reciente, pero muy pasada. La era en la que la pregunta no era "estudias o trabajas" sino "gotelet o estuco". Ahora tenemos una generación endeudada hasta las orejas, una costa destrozada y una ingente masa laboral sin formar, que abandonó los estudios porque un escayolista de quinta gana cinco veces más que un profesor universitario. Tenemos empresarios como Fernando Martín que prefieren cerrar la empresa antes que vender suelo. Tenemos ayuntamientos que no pueden pagar las nóminas. Y tenemos pueblos fantasma, como Valdeluz. No se pierdan este vídeo.

De todos modos, Valdeluz es el ejemplo más vistoso, por la desproporción entre el tamaño del barrio y los habitantes, porque la corruptela asociada a cualquier cosa de estas apunta más alto de lo habitual (los propietarios del erial recalificado son familia política de Esperanza Aguirre) y porque el erial acoge una estación fantasma del AVE. Con 15 viajeros al día, según los articulillos que salen por ahí. Talmente, como una partida mala del Sim City. El ayuntamiento de Yebes, al que pertenece Valdeluz, tiene un censo electoral de 450 personas y un presupuesto de 24 millones de euros, 53.000 euros por votante al año. No está mal.

Se podría visitar también la ciudad del Pocero o el ensanche de Vallecas. Cada sitio con su particularidad. En Valdeluz hay tan poca gente que no hay ni bancos; pero en en ensanche de Vallecas sólo hay bancos y paradas de metro fantasma. Y un Ikea. No sé qué es más sórdido, si una ciudad fantasma o una ciudad fantasma bancarizada. La ciudad del Pocero, en Seseña, está todavía más en medio de la nada que Valdeluz, pero han puesto banderitas y tal como si fuese un Marina D’Or.


Extracto del blog de Valdeluz.

“Texto del mail enviado al concejal Delegado para Valdeluz, Jose Maria Mangas.

Sr.
José María Mangas
Concejal Delegado para Valdeluz

Llevamos varis meses insistiendo en la deficiencia en la recogida de los contenedores. En tu respuesta de hace un tiempo, nos decias que los recogian cada 45 días o cuendo estuvieran llenos.

Pues te pedimos que, como es tu obligación, hagas las gestiones necesarias para que ese tiempo se disminuya, como te habras dado cuenta, los contenedores ya no dan abasto, los nuevos contenedores amarillos, estan a reventar (llevan mas de una semana en ese estado).

Al sumir el Ayuntamiento de Yebes la gestión de las basuras, nos prometistes a los Vecinos que la calidad del servicio no se veria afectada, demostrando esto una vez mas que nuestras dudas sobre esta gestión estaban en lo cierto

Un cordial saludo”

Cada 45 días o cuando estuvieran llenos.

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miércoles, noviembre 28, 2007

Sólo una preguntita

Si La Caixa comprase el 20% de Iberia, frustrando ofertas más jugosas para el accionista, con el objetivo de asegurar el tráfico aéreo en el aeropuerto de El Prat, ¿qué no leeríamos en la prensa de bien?

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martes, mayo 29, 2007

Economía de andar por casa

El otro día, hace sólo una semana, me di cuenta de que perder un bonometro de 10 viajes me jode muchísimo. Cuesta menos de siete euros, pero me jode muchísimo más que perder el dinero. Si me dan a elegir, probablemente prefiera palmar 15 o 20 euracos que un bonometro. Y no sólo por el hecho de chuparse la cola, ya sea ante el funcionario indignado por haberle interrumpido la lectura de 'Caballo de Troya XVII, la Revelación', ya sea detrás de un grupo de personas que observan boquiabiertas las máquinas expendedoras con la misma expresión que los protagonistas de Encuentros en la Tercera fase. No es sólo eso. Quizá sea que la pérdida es más tangible. O quizá sea otra cosa.

Hoy en Microsiervos explican cómo funciona esto, desde un artículo del Washington Post. Lo llaman Contabilidad Mental, y ponen un buen número de ejemplos que indican que los procesos mentales relacionados con el dinero no son siempre tan coherentes como creemos que deberían ser. El experimento que citan parte de que queremos ir al cine y dos entradas cuestan 10 euros. Un grupo pierde las entradas y otro pierde 10 euros antes de comprarlas. Qué hacer: ¿Comprar una nueva o volver a casa?. El 46% de los que perdieron la entrada comprarían otra, pero el 88% de los que perdieron el dinero lo harían. No tiene mucho sentido, ¿verdad?

Habla de eso y de más cosas aparentemente irracionales que sugieren que nuestro cerebro funciona asignando partidas de gasto e ingreso previsto, y que los descuadres en esta especie de presupuesto nos llevan a decisiones un poco tontas. Como comprar cosas rebajadas que no necesitamos porque están rebajadas. O jugar en el casino la paga extra pero ni un dólar más de la paga extra, como si fuese un dinero distinto. O ir al gimnasio porque hemos pagado aunque tengamos lesionado el tobillo.

Esto me recuerda a ese otro experimento en el que se pregunta a dos grupo de personas lo que estarían dispuestos a pagar porque les llevasen un refresco a la toalla de la playa. A un grupo se le informa del precio al que se compran las latas y a otro no. Sistemáticamente, el grupo que conoce el precio está dispuesto a pagar menos por la misma cosa en las mismas condiciones.

Sin embargo, creo que esto ya es distinto. Porque, siguiendo con la vena friki, me acuerdo también de otro experimento, y ya van tres, éste con niños y que vi en un documental de la BBC. Un niño recibe 10 monedas de chocolate y se le pide que las reparta con otro. El otro tiene la capacidad de vetar el reparto y dejar a los dos sin monedas, pero no hay segunda ronda, es decir, no hay negociación. Si dice que no, ninguno come y se van del experimento. Lo razonable en términos económicos es que diga que sí a cualquier cantidad de monedas; no tiene nada que perder. Sin embargo, cuando el reparto es especialmente desigual, los niños tienen a rechazar el acuerdo, renunciando a una, dos o tres chocolatinas a cambio de nada.

La verdad, tampoco hace falta ver un documental de la BBC. Se acordarán, supongo, de los bocadillos en el recreo de EGB… Ahí se llegaba a una suerte de equilibrio en la cantidad de bocadillo de salchichón compartida con el resto. Todos ponían o poníamos el dedo pulgar en el bocata para limitar el alcance de la mandíbula del otro, pero los que ponían el dedo demasiado cerca del borde se exponían al cabreo del resto, con consecuencias negativas en recreos posteriores.

En realidad, ni unos niños ni otros renuncian sólo por orgullo. Los autores de este último estudio , el de las chocolatinas, consideran que el cerebro está programado para no aceptar cambios que considere injustos, no por un ansia infinita de igualdad, sino como mecanismo de supervivencia a largo plazo. Es un mensaje. Decir que yo prefiero no comer y buscarme la vida antes que regalarte nada.

Dicho esto, y ya un poco más en serio, me fascinan estas historias. Si ustedes escuchan a un economista hablar, probablemente piensen que se encuentran ante un científico con capacidad de establecer hipótesis razonables y comprobarlas empíricamente, cuando en realidad no sólo es incapaz de hacer alguna estas dos cosas, sino que ni siquiera conoce los mecanismos de elección humana, que son al fin y al cabo los que definen nuestros actos y los causantes últimos de las consecuencias que queremos predecir, controlar o modificar. Decía Woody Allen que cuando alguien empieza hablando de Dios, acaba hablando de (o pidiendo) dinero. Aquí lo mismo. Cuando alguien empieza hablando de economía, termina hablando de política. De poder. Y voy a dejar aquí el desbarre, porque sí, estoy hablando de poder, de que en realidad estamos programados para rechazar, cuando podamos, el abuso. Que eso de "no como para que se joda el cocinero" no es tan idiota como pensamos, sino que es un instinto de supervivencia. Y las entradas se funden en mi cabeza como pegajosas plastas de chapapote, porque tenía una en mente, ya esbozada antes, sobre las más bien escasas diferencias entre las relaciones de poder-contrapoder en grandes empresas, grandes partidos políticos, universidades, dictaduras o cualquier grupo jerarquizado (el mundo de la moda, el literario, el periodístico o la comunidad científica) al hilo de La Vida de los Otros, pero sería demasiado.

Me limitaré a recordarles que ya saben lo que tienen que hacer cuando su empresa les quiera sodomizar más de lo normal. Y lo que tienen que responder cuando les espeten "no sabes lo que estás haciendo".

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miércoles, abril 25, 2007

bubble bobble 2

Ya les conté, más o menos, de qué tratan las burbujas financieras. Una entrada más desperdiciada, pues lo único que había que decir es que cuando una cosa sube de precio y la peña se da cuenta de que gana pasta con eso, hace que suba de precio para ganar más pasta a costa de otros hasta que no queda nadie que engañar y la burbuja peta.

Ahora bien, las casas son algo bien distinto a los sellos, los tulipanes o las empresas de internet. Por lo general, las casas no se mueven. Y, salvo honrosas excepciones como Don Johnson, el género humano tiende a vivir bajo techo. Dos cositas dos que significan, por un lado, una demanda natural garantizada (y no por el aumento de la población, que desde que murió Franco y Felipe nos dijo póntelo nos hemos dado al fornicio improductivo y despreocupado) y una oferta limitada (rígida) por el otro. Según la gente tiene más pasta quiere un piso más grande o, simplemente, quiere echar un kiki improductivo y despreocupado sin que sus padres vean el Cuéntame en la habitación de al lado y, además, el piso que quiere comprar nuestro joven protagonista es único, no se puede producir otro piso. Y hay otra cosa característica en el mercado de la vivienda, y es que cuestan una pasta. En España es la mayor inversión realizada por la práctica totalidad de las familias.

Por todo esto cuando las cosas empiezan a marchar un poco bien la gente lo tiene claro. Compra tierras. Los inmuebles son un excelente termómetro, un fiel reflejo de las expectativas y de la capacidad de gasto/inversión de los ciudadanos. Si tenemos algo de pasta y las expectativas son favorables es normal que compremos la casa. Si los generosos contribuyentes europeos nos dan un pastón que te cagas por llevar pienso, recoger la mierda y ordeñar unas vacas o por tener una plantación de girasoles agostados, nos compramos una casa. Si nos han dado un despacho, visa de empresa y un pastizal al mes por hacer presentaciones de PowerPoint con citas de SunTzu, nos compramos una casa. Si nos hemos forrado poniendo un chiringuito de tunear coches al lado del centro comercial, nos compraremos una casa. Si estamos en la oficina hasta las tantas y volvemos follados para ver si podemos ver al niño despierto nos habremos comprado ya una casa, o si nos encanta que pongan CSI los lunes porque llegamos hechos una mierda y sin ganas de pensar, o si por la mañana curramos de teleoperatriz y por la tarde hacemos lo que creemos que es lo nuestro, probablemente nos compremos una casa en algún momento. Todo eso, los madrugones con la boca pastosa de 10, 15, 20 años, los días sin ver apenas la luz o las primaveras que no hemos disfrutado; las películas que no hemos visto o las chicas que no hemos conocido porque al día siguiente trabajábamos, todo se sacrifica a un único objetivo. La casa.

Curiosamente, el desenfreno con el que los inmuebles recogen el buen tiempo no tiene camino de vuelta o, mejor dicho, éste es diferente. Por los elementos antes mencionados, las personas son muy reticentes a vender. A no ser que se cambien de una casa a otra o que, simplemente, se forren con el trapicheo de pisos. Pero por lo general nadie vende una casa. Los que viven dentro, porque muy jodidos tienen que estar para desprenderse de ella e irse de alquiler a una más pequeña; y los que tienen varias casas, porque saben cómo está el percal. Así de sencillo.

Creerán ustedes que les he engañado en la entrada anterior. Que es cierto que las casas tienen una serie de propiedades escasamente terrenales que las protegen de caídas en el precio. Pero no es así. Las casas son como los de Bilbao, que nacen donde se les pone los cojones. Bajan de precio, pero a su estilo. Compramos una casa por 30 kilos y al cabo de cuatro años pedimos 40. Todo el mundo a ve pero nadie compra. Pedimos 35 y lo mismo. Pedimos 30 y ya no bajamos, pero tampoco se vende. El precio no ha bajado, pero el mercado se ha enfriado. En un ejemplo extremo, el oso de peluche con los ojos arrancados que teníamos de pequeños no baja de precio hasta que no se vende. Y como vender una casa no es ninguna tontería, las casas no bajan. O eso pensamos.

El precio sólo cae de verdad cuando la gente empieza a quitarse las casas de encima. Algo que sólo ocurre cuando llega una crisis económica de las gordas, de las que destruyen empleo a espuertas, o cuando las expectativas son profundamente negativas. Hoy por hoy se calcula que las casas en Japón valen un 80% de lo que valían en el pico de la burbuja inmobiliaria nipona, que fue de las buenas. Los terrenitos del emperador de Tokio valían, a precios de mercado, lo mismo que todos los activos inmobiliarios de Canadá. Ya saben que los japoneses, cuando se ponen, se ponen. Aunque también es cierto que ahora, sin burbuja ni nada, los terrenitos del señor Aki Hito valen un quinto de Canadá, para que luego nos quejemos de Juancarling. Lo más habitual es que se ajusten durante unos años de caídas moderadas, como sucedió en los años 90 en el Reino Unido. Pero cualquiera con dos dedos de frente se da cuenta de que, cuanto mayores sean las subidas, más jodida será la caída. Porque con tanta morralla nos olvidamos del pequeño detalle de que las casas las tiene que pagar alguien, que siempre hay un pringado al final de la cola del esquema de Ponzi, y que a largo plazo los precios inmobiliarios (incluyendo precio de la vivienda y coste financiero de la compra, es decir hipoteca) no pueden subir a un ritmo muy superior al de los salarios con que se pagan. Y cuanto más se separen estas dos variables, mayores serán las hostias por vender cuando cambien las expectativas.

En Españaza, como somos más chulos que un ocho, hay un par de detalles que agudizan más la tedencia al alza de los precios. Primero, que comprarse una casa es una obligación. No hay mercado de alquiler. Simplemente, no existe. Y no pasa nada. Los problemas para echar a un inquilino que no paga son un prototipo de lo que se entiende en España por seguridad jurídica, de la que podrá dar cuenta también Farruquito o el De Juana a quien por el mismo hecho se condena, ora a un siglo, ora a tres meses de cárcel. En cualquier caso, la causa principal de que no alquile ni Dios es que Franco, el de la guerra de 1934, consideró acertadamente que un pueblo amarrado a una pared sin alicatar es un pueblo adocenado y cobarde, con lo que sembró Españaza de viviendas de yugo y flechas, tal y como nos explican los documentos oficiales de la sección femenina que se retransmiten bajo el nombre de Cuéntame. La Transición trajo el destape, la movida y una supuesta apertura del país que, en lo que a vivienda se refiere, implicó cambiar la inauguración de viviendas en plan pantano por un pintoresco sistema fiscal según el cual quien no tiene casa está obligado a pagarle a quien se la puede comprar parte del pastón que éste abona mensualmente al banco, que es el único que se forra.

Por el lado de la oferta, el gracejo español tan bien representado por Raúl González Blanco o los Morancos ha encontrado en el mercado inmobiliario su hábitat natural, merced a una normativa que establece que los ayuntamientos dicen dónde se pueden construir casas, que les otorga terrenos en cada promoción y que les permite vender dichos terrenos a precio de mercado. Todo esto, claro está, sin supervisión alguna. Un buen ejemplo de lo que se entiende en nuestra piel de toro por liberalizar. Porque los aspectos de competencia en el terreno de la promoción o los controles administrativos se consideran rémoras del pasado. Paralelamente, la inmigración, el divorcio y demás plagas instauradas por los masones, además de hacer degenerar la raza, han incentivado la creación de hogares. Y como éramos pocos, los jubilados alemanes se traen el taca-taca para ver los partidos de la Bundesliga vía satélite.

P.D. Después de empezar esta entrada y antes de colgarla la burbuja inmobiliaria ha petado en la Bolsa. Seguramente, si hay un antes y un después en el ciclo inmobiliario, se apunte a esta primavera , más por vagancia que por otra cosa. Si les llama la atención que no cuente nada de eso, sepan que ésta es sólo la parte 2 de la entrada. Continuará...

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martes, abril 10, 2007

Bubble bobble

Una burbuja financiera es una alteración hormonal. De forma cíclica somos arrastrados a un desenfreno de compraventa de alguna cosa, con consecuencias nefastas a medio plazo. Es una orgía monumental a la que el sistema es arrastrado por fuerzas internas y externas, pero una orgía con fecha de caducidad porque siempre, siempre, llega el momento que alguien entra en razón y se despierta jodido, sin pelas y con un compañero de cama inverosímil. Entonces viene la parte chunga, pero para cuando se reparan los efectos de la última, ya se está preparando una nueva. Es el día de la marmota.

Hacía tiempo que no tocábamos el tema inmobiliario que está dando a este país grandes mecenas futbolítisticos, un puñado de alcaldes con gracejo como José María Peña o Jesús Gil y Gil y una pujante clase empresarial que ha convertido Españaza en la envidia de Europa, en el nuevo Silicon Valley, en el país donde el sueño americano ha alcanzado las más altas cotas y la alfabetización ha dejado de ser un factor en el ascenso de las personas a los escalafones más altos de la corte. Pese a ello, en nuestro afán por crear una juventud cultivada, bienpensante y limpia de vicios, les vamos a obsequiar con varias tazas sobre la burbuja inmobiliaria de Españaza, empezando por explicar, más o menos, qué es una burbuja financiera y para ahorrarnos el aburrido paso de “que sí, que los pisos o los sellos pueden bajar de precio, porque de lo contrario su precio sería ya infinito”.

La burbuja siempre viene marcada por las mismas fases. En primer lugar, pasa algo. Ese algo, que suele ser un cambio tecnológico, aunque no necesariamente, genera una creciente demanda de un determinado bien o activo como forma de inversión. Ponemos pasta porque pensamos que después recibiremos más. Las características de la cosa son irrelevantes. Pueden ser tulipanes, empresas de Internet, casas, acciones de ferrocarriles, cuadros de arte moderno, bonos, ancho de banda, petróleo, sellos, paneles solares o soja. La percepción de que algo subirá de precio suele estar, por cierto, bien cimentada. En España el choque externo para el subidón inmobiliario fue la bajada de los tipos de interés –y la convicción de que no volverán al 14% de los 80- ligada al euro, que se vio reforzado por la bajada del paro (pese a la calidad del empleo) y la inmigración.

Así, pocas burbujas los son desde un principio, y resulta imposible saber en qué momento un simple ajuste se convierte en una bomba de relojería. En todo caso, esto es como los libros de historia cuando los reyes no se abren la cabeza mutuamente; no tiene mucho interés. La cosa sólo se pone cachonda cuando la subida de precios de retroalimenta y deja de atender a factores externos. Las personas que se han perdido la subida inicial ven que, efectivamente, quienes la anticipaban tenían razón. Se van subiendo al carro, lo que acelera los precios y afianza dicha percepción. En paralelo, quienes están al otro lado; quienes venden o hacen posible que esa cosa entre en el mercado, también se dan cuenta de que hay pasta de por medio y elevan la oferta, a costa de un descenso de la calidad de los activos.

Pero la mayor oferta no relaja los precios. Antes al contrario, sirve para que más gente participe del maná colectivo. Un señor con traje se lo cuenta a un taxista, hermandos ambos por Federico, el taxista se lo cuenta a su cuñado, su cuñado a los compañeros de oficina y lo cojonudo es que hay para todos. Si se produjese una burbuja en el mercado de, pongamos, los diamantes, no habría mucha gente capaz de sumarse a ella, dado que el número de diamantes es más o menos fijo. Pero si se vendiesen como diamantes cristales de Swarowski y la gente ganase dinero con ellos, cada vez se comprarían más y más caros, porque las expectativas de subida de precios no parten de la cosa en sí (el cristal fantasía de Cenicienta), sino del efecto imitación, de extrapolar al futuro hechos pasados y de una especie de mística alrededor de los tulipanes, los ferrocarriles, Terra, los sellos o las casas.

La pregunta que viene a continuación es siempre la misma ¿Está todo el mundo equivocado? O, tal y como se plantea a los escpécticos, ¿Si todo el mundo está invirtiendo, te crees tú más listo? Pues no. Y permítanme que en un acto de egolatría digno de, por lo menos, Jesús Hermida, me repregunte a mi mismo. Dime, Jesús, ¿está permitido forrarse con una burbuja a sabiendas de que es una burbuja? Pues sí, mientras cuele, es decir, mientras el resto del mundo compre al pensar que algún fenómeno relacionado con el desarrollo cognitivo protege a los pisos de las bajadas.

El ejemplo perfecto de burbuja es la estafa piramidal, cadena de dinero o esquema de Ponzi. No sé si se acuerdan de aquellas cadenas postales ideadas por algún cartero loco en la que tú recibías una postal y por esa razón tenías que enviar cinco a peña desconocida para, supuestamente, recibir al cabo de un par de meses un saco de cartas de peña rara, algo que, supuestamente, molaba. Aquí lo mismo, pero con pasta. Tú me das pasta, y luego te ocupas de convencer a otros para que te la de a ti. Suena un poco raro, pero cuela. En Albania en 1997 dos millones de personas sobre una población de 3,5 millones (o sea, todo Cristo) fueron víctimas de un pufo piramidal de estos, provocado por unos chiringuitos (llamados sociedades de inversión) que ofrecían a sus clientes altos intereses que pagaban con las aportaciones de nuevos clientes, hasta que la cosa petó de manera bastante mala. Bastante mal significa que hubo revueltas, el ejército abandonó los cuarteles, las mafias se hicieron con el control de partes del territorio y hubo unos 2.000 muertos. En la versión inglesa de la wikipedia esta parte de la historia de Albania no existe.

Todas las burbujas son un esquema de Ponzi. Cuando su cuñado les dice que ha vendido por 50 millones una casa que compró por 30, pregúntense quién lo está pagando. El comprador, dirán. Pero, ¿por qué lo paga? Si le pudiesen preguntar si cree que la casa lo vale, seguramente diría que no, pero que después vendrá otro a pagarle 55. Pues eso. Obviamente, son cosas distintas, pues forzando la lógica, el billete con el que pagan el café se basa en un gran esquema de Ponzi. Pero bueno, dejemos las trampas al solitario para otros y centrémonos en los ladrillos.

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viernes, marzo 16, 2007

Propuesta de canon

Suponiendo que cada español se ducha una vez al día (mucho suponer en algunos casos), que somos 44 millones de españoles y que la ducha dura cinco minutos, y asumiendo que dos tercios de la población canta en la ducha, tenemos casi 150 millones de minutos musicales (unos 50 millones de canciones) que no reportan ingresos a los autores de Campanera, el himno del Barça o The Rivers of Babylon, canciones que son reproducidas a través de la ducha-teléfono con una absoluta e insultante impunidad.

Me dirán que el objetivo fundamental de una ducha-teléfono no es la reproducción de música pero, ¿quién garantiza a los autores que los ciudadanos no aprovechan esta laguna legal para vulnerar sus derechos? Un reciente estudio encargado a la consultora Stockton & Riggerss demuestra que por cada 250 canciones que se cantan en la ducha se deja de comprar un disco orgininal. Así, cada día se dejarían de comprar 200.000 discos por culpa de las duchas-teléfono. Este mismo estudio refleja que cada ducha-teléfono evita la compra de dos discos por año por cada persona que la utilice (de media, son dos personas). Suponiendo una vida útil de tres años, cada aparato supone una carga de 2x2x3, 12 discos compactos, que a un precio medio de 18 euros son 216 euros.

El sector de las duchas-teléfono ha fomentado la piratería y podemos decir que empresas como Roca o Gala han actuado en connivencia con los piratas a la hora de aprovechar para su disfrute personal propiedad intelectual de otros. Porque sobra recordar que, al igual que ocurre con las descargas ilegales, la ausencia de ánimo de lucro en el hecho de cantar en la ducha no implica que no se esté disfrutando de forma fraudulenta del trabajo de otros. En todo caso, y en aras del posibilismo, no será exigible al sector de la ducha teléfono el lucro cesante causado a la industria cultural durante los últimos años. El canon que aquí planteamos ascendería sólo al 25% del daño que cada ducha teléfono causa a la cultura, esto es, 54 euros que se aplicarían a cada ducha-teléfono estándar. Dicha cantidad debería ser duplicada en el caso de las duchas con hidromasaje, puesto que dichos aparatos incentivan una mayor estancia bajo el agua y, en consecuencia, un mayor daño a los artistas. De ahí que nuestra propuesta sea, para incentivar el uso de sistemas menos gravosos, un canon de 50 euros para las duchas-teléfono y de 150 para las cabinas de hidromasaje.

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